Tras la guerra de Malvinas, luego de ocho años de interrupción democrática, se reiniciaba el camino de la normalización institucional..
La vuelta a la democracia, inspiraba un aire de renovada esperanza para el pueblo argentino. Raúl Alfonsín, en las elecciones del octubre de 1983, se convertiría en el primer radical en derrotar a un justicialista al vencer a Italo Argentino Luder.
Otro acontecimiento produciría un antecedente nuevo. La U.C.R. obtenía la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, lo que permitía un cierto margen de gobernabilidad.
Alfonsín encaró su campaña con promesas de recomponer las relaciones de la sociedad y anunció un fuerte recorte en los gastos militares. Además, propuso un reordenamiento en los sindicatos y denunció un supuesto pacto militar-sindical.
El electorado se vio tentado con las promesas de garantía institucional donde la libertad, la paz, el respeto por los derechos humanos y la democracia serían finalmente el reaseguro de un progreso en todos los niveles.
El gobierno de Alfonsín, en el nivel económico, se desarrollo en un contexto en el que el modelo se Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) (1930-1976) ya había prácticamente desaparecido. La industria nacional se hallaba herida de muerte, con sectores enteros quebrados y prácticamente desaparecidos, producto de la doble acción de la especulación financiera y de la competencia de productos importados.
A partir de mediados de 1984 se entendió que no era posible retomar el sendero del crecimiento basado en la industria y el mercado interno que había dominado los cincuenta años anteriores. Desde ese momento, y ante lo indomable de la inflación, por un lado, y, por otro, la imposibilidad del Estado de hacer frente tanto al pago de los vencimientos de la deuda externa como a los contratos leoninos de sus proveedores, se impusieron las políticas de ajuste, también conocidas como “planes de estabilización”.
El mecanismo del lanzamiento de un plan de estabilización funcionaba de la siguiente forma:
a) El gobierno elaboraba un “programa” que buscaba frenar la inflación, aumentar las exportaciones, reducir el déficit fiscal y asegurar el cumplimiento de los compromisos externos.
b) El programa era aprobado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), tras lo cual éste prestaba, una cantidad de dinero (conocido como préstamos stand-by), pero ello era, a su vez, una señal para que el conjunto de los bancos refinanciaran la deuda externa argentina.
Normalmente estos programas de los cuales los dos más importantes en la década de 1980 fueron los denominados “Plan Austral” (1985) y “Plan Primavera” (1987), funcionaban durante un breve periodo de tiempo, mientras tanto se reducía la inflación y se obtenía, durante ese corto periodo, la “confianza” de organismos y bancos internacionales.
En 1989, la serie de planes fracasados, la deuda externa en ascenso y la presión de los contratos con proveedores a los que tenía que hacer frente el Estado llevaron a una situación de quiebre. Esto se tradujo en aumento de los niveles de precios a valores siderales, fenómeno que fue conocido como la “hiperinflación”. Se vivió un momento en que los precios aumentaban por hora y el dinero había dejado de ser aceptado como medio de pago normal.
En el nivel Político, el gobierno de Raúl Alfonsín se vio signado por tres hechos fundamentales relacionados con el problema militar.
1) El juicio a los ex comandantes.-
2) La política de derechos humanos.-
3) El problema militar propiamente dicho, en cuanto que el gobierno tuvo que enfrentar varios levantamientos militares.-
Al comienzo de su mandato, Alfonsín, dictó dos decretos. Los mismos, estaban referidos a la necesidad de perseguir penalmente tanto a los jefes Montoneros y del E.R.P., como a los ex comandantes que integraron las Juntas Militares durante el “Proceso” (basada en la teoría de “los dos demonios”).
La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), convocada por Alfonsín y cuya presidencia se otorgó a Ernesto Sábato, comenzó a realizar investigaciones relacionadas con al desaparición de personas y a recibir todas las denuncias, pruebas, etc., para luego llevarlas a la Justicia. El informe, que fue conocido con el nombre “Nunca Más”, fue entregado al presidente en 1984 y estimaba el número de víctimas de la dictadura en 8.960, aunque Amnistía Internacional, daba un número mayor, 16.000. Sin embargo, Madres de Plaza de Mayo reclamaban y siguen reclamando por 30.000 desaparecidos.
En al año 1985 comenzó el juicio a los ex integrantes de la juntas militares. Si bien el hecho marcó un precedente histórico para el país y para toda América Latina, pues en la mayoría de los casos en que hubo golpes de estado los crímenes siempre quedaron impunes, la impresión de algunos sectores fue que las penas eran insuficientes y muchos de los acusados de menor rango, había quedados absueltos.
Finalmente, Alfonsín envió al Congreso un proyecto de ley que se conocería como “Punto Final” y que fuera aprobado el 23 de diciembre de 1986. Según esta ley quedaba extinguida toda acción penal contra civiles y/o militares que no hubieran sido imputados por delitos cometidos en las operaciones antisubversivas dentro de un determinado plazo (hasta el 23/10/87). La Ley de “Punto Final” produjo un profundo rechazo y malestar en importantes sectores de la sociedad civil, pero también en los sectores militares.
Pero una acontecimiento iba a marcar los días del período alfonsinista: el 16 de abril de 1987, un grupo de militares que se conocerían luego como “los carapintadas”, guiados por el Teniente Coronel Aldo Rico, se amotinó en el edificio de la Escuela de Infantería de Campo de Mayo, con la excusa de resistir a una citación del Mayor Ernesto Barreiro a presentarse ante la Justicia. Los amotinados solicitaban el cese de lo que ellos llamaban “campaña de agresión contra las Fuerzas Armadas” y un aumento en el presupuesto de sus respectivas armas entre otras cosas. Mientras tanto, en todo el país, la gente se concentraba en calle, plazas y municipios para expresar el repudio a la actitud e los “carapintadas” y su apoyo al gobierno constitucional.
Para que Rico depusiera su actitud, Alfonísn debió ceder. Si bien esto no fue lo que manifestó ante el pueblo reunido en Plaza de Mayo, en el sentido común de la mayoría quedó que el “felices pascuas, la casa está en orden” fue una de las más impactantes claudicaciones de la democracia y marcó el comienzo de la desmovilización popular que seguiría en los noventa.
Luego de los acontecimientos de “Semana Santa”, se produjo la sustitución del General Héctor Ríos Ereñú como Jefe del Estado Mayor por el General José Dante Caridi. Pocos días después Alfonsín envió al Congreso el proyecto de Ley de “Obediencia Debida” (promulgada el 8/6/87) que sólo admitía el procesamiento de quienes se desempeñaban por encima del rango de Brigadier. Con esto se dejaba en libertad a torturadores y violadores con la supuesta idea que “solo habían recibido ordenes”. La única excepción fue la apropiación ilegal de recién nacidos y las sustitución de identidades.
Las Leyes de “Punto Final” y “Obediencia Debida” fueron vistas por la sociedad como un inequívoco signo de debilidad del gobierno constitucional frente a la presiones ejercidas por el “partido militar”.
En enero de 1988, Aldo Rico volvió a sublevarse, este vez en Monte Caseros, provincia de Corrientes, en reclamo por su prolongada detención. En esta ocasión fuerzas “leales” al gobierno democrático se dispusieron a reprimir la acción, en un enfrentamiento que solo se había visto en la refriega entre “azules” y “colorados” en 1962. En junio de 1988, el coronel Mohamed Seineldin fue el cabecilla de un nuevo alzamiento en Villa Martelli (Bs. As.). La rebelión pugnaba por restaurar el honor y la dignidad de la institución militar y de sus integrantes, reivindicar la “guerra contra la subversión” y tratar de lograr una amnistía. La rebelión, iniciada por Seineldín, fue rápidamente dominada.
En el año 1986, Alfonsín anunció un ambicioso plan para fundar lo que denominó “La Segunda República”. El proyecto incluía una serie de reformas administrativas, el traslado de la capital a Viedma y Carmen de Patagones en el límite de la provincia de Bs.As. y Río Negro, la inclusión de la figura de un primer ministro y la posibilidad de un segundo mandato presidencial. La opinión pública rechazó la idea y la consideró como evasiva de la realidad y del grave problema económico en el que debatía el país, y sobre todo de la creciente inflación.
Volviendo al Nivel Económico, en 1987 el “plan Austral” estaba prácticamente terminado y se anunció un paquete de medidas, con la aprobación del FMI, que supuestamente traería solución a los problemas económicos del país. Nada fue así. La aplicación de las recetas del FMI, provocaron una gran disminución en el poder adquisitivo de los sectores más desprotegidos de la sociedad. También se le sumó la tibia respuesta al problema militar y la imposibilidad a hacer frente a los problemas sindicales. Todo esto, influyó en la respuesta electoral de septiembre de 1987. El Partido Justicialista se impuso en la elecciones para diputados obteniendo el 41.5 % de los sufragios frente al 37,3% de la UCR y en cuanto a las elecciones provinciales, los radicales sólo mantuvieron las gobernaciones de Córdoba y Río Negro y el gobierno de la Capital Federal. El proceso de depuración interna que se dio en el seno del partido justicialista, conocido como “Renovación Peronista” y liderada por Antonio Cafiero y Manuel de la Sota, comenzaba a dar sus frutos.
El gobierno intentó, en un último esfuerzo, replantear su política económica. En agosto de 1988 se lanzó el denominado “plan primavera”. El mismo, estaba centrado, una vez más, en contener el ascenso inflacionario a través del control de precios, de las tarifas públicas y el congelamiento de los salarios estatales. Además, incluía un control de cambio y precios, y la negociación con el movimiento obrero, la Unión Industrial Argentina y la Cámara de Comercio.
Pero el año 1989 sería aún más adverso para el gobierno de Alfonsín. La falta de provisión eléctrica agudizó más los problemas. Además, el copamiento al Regimiento 3 de Infantería de La Tablada llevado a cabo por miembros del Movimiento “Todos por la Patria” y su recuperación (encargada a la policía y al Ejército) generó un saldo de 39 muertos y explicaciones turbias y oscuridad respecto de los móviles y conexiones de la acción ultraizquierdista (como la denominó el gobierno) y también sobre la forma en que fue resuelta la cuestión.
Otro de los problemas fue el alza incontrolada de las tasas de interés, el agotamiento de las reservas del Banco Central para intentar mantener el valor de un austral que se depreciaba cada vez más frente al dólar.
Por último, un golpe de mercado producido por los principales grupos económicos al retirar depósitos de los bancos y retener divisas producidas por las exportaciones puso al gobierno ante una situación inmanejable. Hiperinflación, pérdida del poder adquisitivo de los salarios, remarcación de precios a cada hora, compra compulsiva de dólares por parte de los especuladores, etc.
En este clima, se realizó la campaña para las elecciones presidenciales de 14 de mayo de 1989 . El triunfo correspondió a Carlos Saúl Menem con el 47% de los votos, candidato del PJ, que se impuso a Eduardo Angeloz de la U.C.R.
La presidencia de Raúl Alfonsín había despertado grandes esperanzas en el pueblo argentino. Se había restaurado y abierto la puerta a la consolidación de la democracia en el país y roto con el aislamiento internacional, pero no había podido lograr un crecimiento positivo, la deuda externa había crecido y los salarios decrecido enormemente.
El gobierno se caía de a pedazos, en medio de saqueos a supermercados, la situación social se tornaba insostenible para Alfonsín. Jesús Rodríguez reemplazó a Juan Sourrouille como Ministro de Economía. El 30 de mayo se decretó el estado de sitio y se adoptaron medidas económicas de emergencia. Comenzaba a sonar la palabra ingobernabilidad. Alfonsín se retiró antes del gobierno, sin haber podido cumplir su promesa de recuperación del orden. Menem llegaba con una postura optimista proponiendo síganme, revolución productiva y salariazo, en una Argentina con recesión del 6% de P.B.I., una deuda externa de 63.000 millones de dólares y una hiperinflación cercana al 5000% anual.
A pesar de todo, por primera vez en mucho tiempo, un gobierno civil y elegido constitucionalmente era sucedido por otro de igual condición.
La vuelta a la democracia, inspiraba un aire de renovada esperanza para el pueblo argentino. Raúl Alfonsín, en las elecciones del octubre de 1983, se convertiría en el primer radical en derrotar a un justicialista al vencer a Italo Argentino Luder.
Otro acontecimiento produciría un antecedente nuevo. La U.C.R. obtenía la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, lo que permitía un cierto margen de gobernabilidad.
Alfonsín encaró su campaña con promesas de recomponer las relaciones de la sociedad y anunció un fuerte recorte en los gastos militares. Además, propuso un reordenamiento en los sindicatos y denunció un supuesto pacto militar-sindical.
El electorado se vio tentado con las promesas de garantía institucional donde la libertad, la paz, el respeto por los derechos humanos y la democracia serían finalmente el reaseguro de un progreso en todos los niveles.
El gobierno de Alfonsín, en el nivel económico, se desarrollo en un contexto en el que el modelo se Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) (1930-1976) ya había prácticamente desaparecido. La industria nacional se hallaba herida de muerte, con sectores enteros quebrados y prácticamente desaparecidos, producto de la doble acción de la especulación financiera y de la competencia de productos importados.
A partir de mediados de 1984 se entendió que no era posible retomar el sendero del crecimiento basado en la industria y el mercado interno que había dominado los cincuenta años anteriores. Desde ese momento, y ante lo indomable de la inflación, por un lado, y, por otro, la imposibilidad del Estado de hacer frente tanto al pago de los vencimientos de la deuda externa como a los contratos leoninos de sus proveedores, se impusieron las políticas de ajuste, también conocidas como “planes de estabilización”.
El mecanismo del lanzamiento de un plan de estabilización funcionaba de la siguiente forma:
a) El gobierno elaboraba un “programa” que buscaba frenar la inflación, aumentar las exportaciones, reducir el déficit fiscal y asegurar el cumplimiento de los compromisos externos.
b) El programa era aprobado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), tras lo cual éste prestaba, una cantidad de dinero (conocido como préstamos stand-by), pero ello era, a su vez, una señal para que el conjunto de los bancos refinanciaran la deuda externa argentina.
Normalmente estos programas de los cuales los dos más importantes en la década de 1980 fueron los denominados “Plan Austral” (1985) y “Plan Primavera” (1987), funcionaban durante un breve periodo de tiempo, mientras tanto se reducía la inflación y se obtenía, durante ese corto periodo, la “confianza” de organismos y bancos internacionales.
En 1989, la serie de planes fracasados, la deuda externa en ascenso y la presión de los contratos con proveedores a los que tenía que hacer frente el Estado llevaron a una situación de quiebre. Esto se tradujo en aumento de los niveles de precios a valores siderales, fenómeno que fue conocido como la “hiperinflación”. Se vivió un momento en que los precios aumentaban por hora y el dinero había dejado de ser aceptado como medio de pago normal.
En el nivel Político, el gobierno de Raúl Alfonsín se vio signado por tres hechos fundamentales relacionados con el problema militar.
1) El juicio a los ex comandantes.-
2) La política de derechos humanos.-
3) El problema militar propiamente dicho, en cuanto que el gobierno tuvo que enfrentar varios levantamientos militares.-
Al comienzo de su mandato, Alfonsín, dictó dos decretos. Los mismos, estaban referidos a la necesidad de perseguir penalmente tanto a los jefes Montoneros y del E.R.P., como a los ex comandantes que integraron las Juntas Militares durante el “Proceso” (basada en la teoría de “los dos demonios”).
La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), convocada por Alfonsín y cuya presidencia se otorgó a Ernesto Sábato, comenzó a realizar investigaciones relacionadas con al desaparición de personas y a recibir todas las denuncias, pruebas, etc., para luego llevarlas a la Justicia. El informe, que fue conocido con el nombre “Nunca Más”, fue entregado al presidente en 1984 y estimaba el número de víctimas de la dictadura en 8.960, aunque Amnistía Internacional, daba un número mayor, 16.000. Sin embargo, Madres de Plaza de Mayo reclamaban y siguen reclamando por 30.000 desaparecidos.
En al año 1985 comenzó el juicio a los ex integrantes de la juntas militares. Si bien el hecho marcó un precedente histórico para el país y para toda América Latina, pues en la mayoría de los casos en que hubo golpes de estado los crímenes siempre quedaron impunes, la impresión de algunos sectores fue que las penas eran insuficientes y muchos de los acusados de menor rango, había quedados absueltos.
Finalmente, Alfonsín envió al Congreso un proyecto de ley que se conocería como “Punto Final” y que fuera aprobado el 23 de diciembre de 1986. Según esta ley quedaba extinguida toda acción penal contra civiles y/o militares que no hubieran sido imputados por delitos cometidos en las operaciones antisubversivas dentro de un determinado plazo (hasta el 23/10/87). La Ley de “Punto Final” produjo un profundo rechazo y malestar en importantes sectores de la sociedad civil, pero también en los sectores militares.
Pero una acontecimiento iba a marcar los días del período alfonsinista: el 16 de abril de 1987, un grupo de militares que se conocerían luego como “los carapintadas”, guiados por el Teniente Coronel Aldo Rico, se amotinó en el edificio de la Escuela de Infantería de Campo de Mayo, con la excusa de resistir a una citación del Mayor Ernesto Barreiro a presentarse ante la Justicia. Los amotinados solicitaban el cese de lo que ellos llamaban “campaña de agresión contra las Fuerzas Armadas” y un aumento en el presupuesto de sus respectivas armas entre otras cosas. Mientras tanto, en todo el país, la gente se concentraba en calle, plazas y municipios para expresar el repudio a la actitud e los “carapintadas” y su apoyo al gobierno constitucional.
Para que Rico depusiera su actitud, Alfonísn debió ceder. Si bien esto no fue lo que manifestó ante el pueblo reunido en Plaza de Mayo, en el sentido común de la mayoría quedó que el “felices pascuas, la casa está en orden” fue una de las más impactantes claudicaciones de la democracia y marcó el comienzo de la desmovilización popular que seguiría en los noventa.
Luego de los acontecimientos de “Semana Santa”, se produjo la sustitución del General Héctor Ríos Ereñú como Jefe del Estado Mayor por el General José Dante Caridi. Pocos días después Alfonsín envió al Congreso el proyecto de Ley de “Obediencia Debida” (promulgada el 8/6/87) que sólo admitía el procesamiento de quienes se desempeñaban por encima del rango de Brigadier. Con esto se dejaba en libertad a torturadores y violadores con la supuesta idea que “solo habían recibido ordenes”. La única excepción fue la apropiación ilegal de recién nacidos y las sustitución de identidades.
Las Leyes de “Punto Final” y “Obediencia Debida” fueron vistas por la sociedad como un inequívoco signo de debilidad del gobierno constitucional frente a la presiones ejercidas por el “partido militar”.
En enero de 1988, Aldo Rico volvió a sublevarse, este vez en Monte Caseros, provincia de Corrientes, en reclamo por su prolongada detención. En esta ocasión fuerzas “leales” al gobierno democrático se dispusieron a reprimir la acción, en un enfrentamiento que solo se había visto en la refriega entre “azules” y “colorados” en 1962. En junio de 1988, el coronel Mohamed Seineldin fue el cabecilla de un nuevo alzamiento en Villa Martelli (Bs. As.). La rebelión pugnaba por restaurar el honor y la dignidad de la institución militar y de sus integrantes, reivindicar la “guerra contra la subversión” y tratar de lograr una amnistía. La rebelión, iniciada por Seineldín, fue rápidamente dominada.
En el año 1986, Alfonsín anunció un ambicioso plan para fundar lo que denominó “La Segunda República”. El proyecto incluía una serie de reformas administrativas, el traslado de la capital a Viedma y Carmen de Patagones en el límite de la provincia de Bs.As. y Río Negro, la inclusión de la figura de un primer ministro y la posibilidad de un segundo mandato presidencial. La opinión pública rechazó la idea y la consideró como evasiva de la realidad y del grave problema económico en el que debatía el país, y sobre todo de la creciente inflación.
Volviendo al Nivel Económico, en 1987 el “plan Austral” estaba prácticamente terminado y se anunció un paquete de medidas, con la aprobación del FMI, que supuestamente traería solución a los problemas económicos del país. Nada fue así. La aplicación de las recetas del FMI, provocaron una gran disminución en el poder adquisitivo de los sectores más desprotegidos de la sociedad. También se le sumó la tibia respuesta al problema militar y la imposibilidad a hacer frente a los problemas sindicales. Todo esto, influyó en la respuesta electoral de septiembre de 1987. El Partido Justicialista se impuso en la elecciones para diputados obteniendo el 41.5 % de los sufragios frente al 37,3% de la UCR y en cuanto a las elecciones provinciales, los radicales sólo mantuvieron las gobernaciones de Córdoba y Río Negro y el gobierno de la Capital Federal. El proceso de depuración interna que se dio en el seno del partido justicialista, conocido como “Renovación Peronista” y liderada por Antonio Cafiero y Manuel de la Sota, comenzaba a dar sus frutos.
El gobierno intentó, en un último esfuerzo, replantear su política económica. En agosto de 1988 se lanzó el denominado “plan primavera”. El mismo, estaba centrado, una vez más, en contener el ascenso inflacionario a través del control de precios, de las tarifas públicas y el congelamiento de los salarios estatales. Además, incluía un control de cambio y precios, y la negociación con el movimiento obrero, la Unión Industrial Argentina y la Cámara de Comercio.
Pero el año 1989 sería aún más adverso para el gobierno de Alfonsín. La falta de provisión eléctrica agudizó más los problemas. Además, el copamiento al Regimiento 3 de Infantería de La Tablada llevado a cabo por miembros del Movimiento “Todos por la Patria” y su recuperación (encargada a la policía y al Ejército) generó un saldo de 39 muertos y explicaciones turbias y oscuridad respecto de los móviles y conexiones de la acción ultraizquierdista (como la denominó el gobierno) y también sobre la forma en que fue resuelta la cuestión.
Otro de los problemas fue el alza incontrolada de las tasas de interés, el agotamiento de las reservas del Banco Central para intentar mantener el valor de un austral que se depreciaba cada vez más frente al dólar.
Por último, un golpe de mercado producido por los principales grupos económicos al retirar depósitos de los bancos y retener divisas producidas por las exportaciones puso al gobierno ante una situación inmanejable. Hiperinflación, pérdida del poder adquisitivo de los salarios, remarcación de precios a cada hora, compra compulsiva de dólares por parte de los especuladores, etc.
En este clima, se realizó la campaña para las elecciones presidenciales de 14 de mayo de 1989 . El triunfo correspondió a Carlos Saúl Menem con el 47% de los votos, candidato del PJ, que se impuso a Eduardo Angeloz de la U.C.R.
La presidencia de Raúl Alfonsín había despertado grandes esperanzas en el pueblo argentino. Se había restaurado y abierto la puerta a la consolidación de la democracia en el país y roto con el aislamiento internacional, pero no había podido lograr un crecimiento positivo, la deuda externa había crecido y los salarios decrecido enormemente.
El gobierno se caía de a pedazos, en medio de saqueos a supermercados, la situación social se tornaba insostenible para Alfonsín. Jesús Rodríguez reemplazó a Juan Sourrouille como Ministro de Economía. El 30 de mayo se decretó el estado de sitio y se adoptaron medidas económicas de emergencia. Comenzaba a sonar la palabra ingobernabilidad. Alfonsín se retiró antes del gobierno, sin haber podido cumplir su promesa de recuperación del orden. Menem llegaba con una postura optimista proponiendo síganme, revolución productiva y salariazo, en una Argentina con recesión del 6% de P.B.I., una deuda externa de 63.000 millones de dólares y una hiperinflación cercana al 5000% anual.
A pesar de todo, por primera vez en mucho tiempo, un gobierno civil y elegido constitucionalmente era sucedido por otro de igual condición.
Esta breve reseña de sus años de gobierno tienen por finalidad mostrar cuantas dificualtades se pusieron a su mandato, no obstante a pesar de todo hoy los argentinos lo recordamos con afecto y sentimos su deceso, porque todos sabemos que fue un hombre honrado.
6 comentarios:
Me has ilustrado mucho con este escrito. Un gusto leerte.
Si escuché la noticia en la radio, pero tu nos has dado toda una cátedra de la historia reciente de Argentina y del presidente fallecido.
Saludos
Tía perdón que comente de otro tema, pero ¿qué pasó con el otro blog?
Hola Tia Elsa, lo has documentado perfectamente, aquí en España, lo pusieron en todas las noticias. Un beso
Gracias tía Elsa por pasar a conocer a Nachito,y te cuento que no me olvido más del Fallecimiento de Alfonsín porque Fue un día antes del Día de la Concientización del Autismo!
mas q un lider politico lo veo como un hombre de paz,no fue como gandhi seria mucho decir pero a su manera en esta cultura ha sido una de las figuras q marco una epoca importante en argentina,hubo otras peron,eva,illia etc pero sobre todo nos trajo de nuevo la esperanza
un beso
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