viernes, 21 de noviembre de 2008

Fantasmas de Buenos Aires


En todas las grandes ciudades existe una abundante casuística que gira en torno a lugares donde se manifiestan espectros, presencias y voces inexplicables. Si sólo se trata de leyendas, ¿por qué sucede en algunos casos que ilustres visitantes extranjeros que nada saben sobre los antecedentes de esos lugares se convierten en testigos involuntarios de estos fenómenos paranormales?
En el número 1422 de la calle Suipacha se encuentra uno de los museos más importantes de la amplia oferta cultural que ofrece Buenos Aires: el museo de arte hispanoamericano Isaac Fernández Blanco.
El solar que actualmente ocupa fue la sede de una compañía importadora de esclavos en el siglo XVII. Pero su actual imagen es obra del arquitecto Martín Noel, que en 1920 diseñó un edificio de aspecto neocolonial, combinando un jardín andaluz y balcones decorados con cerámica española.
Desde 1947 alberga una importante colección de arte que incluye cuadros, esculturas y tallas de madera provenientes de América y España. El urbanismo casi agresivo del centro de la ciudad rodeó de edificios este espacio de aire decimonónico, convirtiéndolo en una especie de oasis para las almas que lo visitan, incluso para las que habitan en otros mundos.Desde hace al menos un siglo existen referencias sobre fenómenos extraños en este museo. En 1928, el que sería presidente de EE UU, Herbert Hoover, se alojó en esta mansión durante su visita a Argentina y algunos de sus acompañantes declararon haber visto a una figura extraña merodeando por el jardín, a la vez que oían ruidos de puertas y lamentos que no les dejaban conciliar el sueño por la noche.Dos décadas después, la mansión contigua a la principal se convirtió en la residencia del poeta Oliverio Girando y su esposa, Norah Lange. El inmueble se transformó en un centro de reunión de intelectuales y literatos de la época, algunos de los cuales afirmaron haber detectado una extraña presencia en el jardín andaluz.
Ya por aquel entonces se realizaron las primeras indagaciones, a través de supuestas comunicaciones espíritas, para determinar la procedencia del espectro. Según se dijo, habría sido el de una joven de 17 años que murió de tuberculosis, un hecho documentado por los archivos parroquiales. En cualquier caso, el fantasma del museo Isaac Fernández Blanco tardaría casi medio siglo en hacer otra aparición espectacular.A principios de 1989, la compañía de danza española dirigida por Graciela Ríos Sáiz se encontraba ensayando en los jardines del museo para una actuación, cuando se produjo un corte del suministro eléctrico en el inmueble. Las bailarinas decidieron esperar que la iluminación volviese a funcionar para reiniciar el ensayo.
La directora del ballet y algunas de las chicas se quedaron en el jardín charlando, cuando vieron sobre uno de los grandes maceteros la imagen de una mujer alta y blanca, cuyo rostro no podía distinguirse bien. Su cuerpo era como de una niebla espesa, aunque no transparente. La imagen se desvaneció y apareció en otro rincón del jardín antes de desaparecer.La propia Graciela Ríos contó su experiencia en un importante programa de la televisión argentina y el museo se convirtió en Meca de curiosos. «¡En un solo día vinieron 600 personas!», afirmó Gustavo, uno de los responsables de la programación cultural de esta institución.
En cuanto a la identidad de aquella extraña figura, hay teorías para todos los gustos. El escritor León Tenembaum cree que el fantasma corresponde a un pintor que viene a reclamar la autoría de un cuadro firmado por un usurpador.Los edificios antiguos se convierten con frecuencia en el hogar de fantasmas, como puede confirmarse consultando la literatura urbana de distintas ciudades del planeta. Y Buenos Aires no es una excepción.Ubicado en la calle Corrientes, entre Anchorena y Agüero, el mercado del Abasto es uno de los grandes símbolos de la capital argentina. Ocupa toda una manzana y fue levantado a finales del siglo XIX, convirtiéndose en el centro neurálgico del comercio de frutas y verduras de la ciudad.
Hoy es el shopping center más grande de Buenos Aires, pero aún conserva su primitivo aspecto exterior. Y aparentemente, también los fantasmas de quienes lo conocieron y frecuentaron en el pasado.Bajo el nombre de «plaza del Zorzal», un enorme patio interior del remozado Abasto guarda el nombre de uno de sus trabajadores más emblemáticos: Carlos Gardel. Una leyenda en sí mismo, un mito del alma tanguera, unido a los cantares del arrabal porteño y a sus acordes.
Gardel, «el zorzal criollo«, «el morocho del abasto», estuvo unido a este rincón de Buenos Aires hasta tal punto que hay quien asegura haber visto su fantasma paseando por los pasillos del renovado mercado del Abasto.Guillermo Barrantes y Víctor Coviello recogen la presencia de un fantasma en el mercado del Abasto, en su libro Buenos Aires es leyenda. Flotando a unos centímetros del suelo, vestido a la usanza de la época y tocado con el característico sombrero, el espectro del «zorzal» fue visto en varias ocasiones por los pasillos del mercado, cuando se encontraba cerrado al público.
Incluso la cámara de vídeo de seguridad registró en una ocasión la extraña presencia, a veces acompañada de anomalías en el sistema de sonido del shopping.Pero si la imagen de Gardel constituye en sí misma un mito de la iconografía porteña, su voz lo es mucho más. En 2003 la voz del «morocho del Abasto» fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y los «tangueros» no se cansan de repetir que «cada día canta mejor», cuando escuchan una de sus grabaciones.
En el número 735 de la vecina calle Jean Jaurès aún existe la casa que compró Gardel para su madre, hoy transformada en museo. En este inmueble, especialmente durante las reformas acometidas antes de abrirlo al público, los obreros escuchaban ensayar al «morocho» cuando el sol comenzaba a ocultarse.Junto al Abasto está la entrada a la estación «Carlos Gardel» de la línea B del Subte (Metro), donde se puede transbordar con la A, viajando por las entrañas de la ciudad. Hay que prestar mucha atención entre las estaciones Pasco y Alberti porque allí hay dos extraños personajes en una estación no menos misteriosa.La línea A es la más antigua de Buenos Aires. Comenzó a construirse en 1913 y en ella trabajaron numerosos obreros, muchos de ellos inmigrantes indocumentados. La leyenda cuenta que en un punto entre las estaciones Pasco y Alberti, justo en el momento en que la iluminación de los vagones se apaga durante un instante, puede verse por las ventanillas el hueco de lo que fue una media estación. Un agujero excavado como si fuese a albergar una estación, pero sin acabar.
Allí aparecen dos personajes, ataviados como obreros de la época en que se excavaron los túneles, inmóviles y con un aspecto que recuerda a los habitantes del mundo de los muertos, según el relato de quienes aseguran haberlos visto. La leyenda que circula por el metro de Buenos Aires dice que son los fantasmas de dos trabajadores italianos que perdieron la vida cuando se realizaban las obras de este tren subterráneo que acompaña a la avenida Rivadavia.En la unión de las calles Perú, Presidente Julio A. Roca y Moreno se encuentra la «manzana de las luces», una zona representativa de la arquitectura y de la historia de la ciudad, en el cual se encuentra la iglesia más antigua de Buenos Aires. Este es el único lugar de la ciudad donde se pueden visitar los túneles excavados bajo tierra, cuya más antigua datación corresponde al siglo XVIII.
Allí, aguzando el oído, quizá se escuchen los lamentos y quejidos del «Pozo sin fin». Los indios Quilmes, que se instalaron en esta zona luego de ser expulsados de los valles Calchaquíes, creían que existía un pozo sin fondo llamado Guruc, donde iban quienes no tenían alma. La palabra se deformó y se convirtió en «gruta», que designaba un pozo sin fondo donde residían almas en continua agonía.
Su asociación con los túneles de la ciudad se debe a un tal Alves, uno de los verdugos que trabajaba para el caudillo Juan Manuel de Rosas, a mediados del siglo XIX. Alves habría decapitado a una de sus víctimas y la arrastró por uno de los túneles cuando vio un pozo que despedía mucho calor. Unos hombres ataviados con túnicas le vendaron los ojos, mientras del interior del agujero salían gritos. Éstos cesaron cuando el verdugo arrojó la bolsa al pozo, aunque nunca oyó el golpe de la caída.Un siglo después, en ocasión de unas excavaciones realizadas a finales de los años setenta, la historia del «pozo sin fin» volvió a cobrar vida. En la recuperación de la antigua aduana, en el barrio de San Telmo, los obreros escuchaban repetidamente voces de personas quejándose en el interior de las obras. Muchos de ellos abandonaron el trabajo por el miedo que les producía aquel fenómeno.Curiosamente, sobre el solar donde hoy se erige la casa central del Banco de la Nación Argentina existía un terreno que también fue conocido como «el pozo de las ánimas», donde antiguamente había un cementerio. Estos espectros del Banco de la Nación son un clásico de las historias de fantasmas de Buenos Aires y regularmente aparecen en los medios de comunicación de la mano de testimonios de guardias de seguridad que trabajan en este banco por la noche.


Y ustedes conocen historias de fantasmas de sus ciudades, los invinto a que cuenten acerca de ellos, si es que puedo publicar este post porque al lado mio hay un fantasma que no le gusta que se habla de estas cosas "pero vamos, dejame, no hay nada que ocultar, deja mi mano en el teclado, perooooooo!

7 comentarios:

Mariela Torres dijo...

¡Qué buen post!, ¡qué manera de haber fantasmas en Buenos Aires!

No sé nada de fantasmas rosarinos, pero cuando me encuentre con uno, por supuesto que lo voy a contar.

¡Besos!

tia elsa dijo...

Si Mariela y hay muchos más relatos que iré incorporando, por ahi hasta lo publico en el otro blos que es más leído porque me parece que va a interesar, besos y gracias por estar.

Anónimo dijo...

Pues imagino que si habrá historias de esas por aquí, no me he parado a pensarlo ni ha indagar.

Pero si que me gustaría pasear por esos lugares.

Un saludo

AQUIYOSOLITA dijo...

La Bogotá Colonial se llama La Candelaria sitio más tradicional de mi querida ciudad y en ella abundan las historias de apariciones y fantasmas de la época de la colonia que aún rondan por los corredores de las casas y calles. Luego te cuento alguna en especial. Un abrazo

Desire dijo...

Pues aqui las historias de fantasmas de las dos guerras que tuvimos son impresionantes, conozco varias ya vendre con mas tiempo a contarte ahora por la hora me da un poco de miedo.....

PIER dijo...

Pues en mi Pais si que existen historia.. que es para morirse del miedo.. Pero esta me ha gustado huy.. ya siento un poco de tensión..
madre mia!.
que buen post.
abrazos.

MRB dijo...

Tía Elsa:
No había entrado a este blog y me ha sorprendido tu historia. Te diré que todos esos fenómenos paranormales siempre me han llamado la atención: por extraños, porque no se pueden descifrar, pero también porque confirma la existencia de las almas (aunque en este caso de una manera extraña y misteriosa).
Seguiré con más frecuencias tus historietas, ya que me lo he disfrutado mucho, a pesar de ser un caso como dicen "tenebroso".
Muchos abrazos tía Elsa,
Shanty