sábado, 25 de septiembre de 2010

Los abusones

Leí un comentario de Rosa Montero acerca de un libro autobiográfico “Habíamos ganado la guerra” de Esther Tusquets, del cual rescata una frase de la autora que dice que de pequeña, las películas le parecían algo maravillosos, y que el entusiasmo que sentía al ir los sábados al cine estaba tan ensombrecido por el temor de que el vecino de la butaca contigua intentara meterle la mano, algo que le ha ocurrido “desde muy muy niña, y con cierta frecuencia. El relato es de la década de 40, pero Rosa Montero dice “puedo asegurar que aún pasaba lo mismo en mi época y bien avanzados ya los sesenta” Se pregunta si el fenómeno fue remitiendo o si es que simplemente ella creció.
La verdad es que continúo en las décadas sucesivas y sigue porque es el comentario hastiado de mis sobrinas (13 años, de mi hija 22, mi nuera 25 y así podría seguir). Creo que, a mi criterio, no hay peor situación para una chica (sobre todo si es todavía muy jovencita y no se anima a reaccionar por vergüenza o timidez ) que sentirse ultrajada en un micro o tren, sientiendo a un tipo refregando su pito en el trasero o en donde sea aprovechando el gentío apretujado.
Continúa Rosa Montero su publicación, sin dejar de lado cierto amargo humor, el nivel de adaptación que tiene el ser humano, la capacidad de resistencia, lo bien que hemos salido, pese a todo, tantas generaciones de mujeres manoseadas. Como así también le asombra la cantidad de asaltantes sexuales y se pregunta ¿Tantos pederastas había? Tantos que no podían considerarse excepcionales, sino que formaban parte del paisaje social. ¿Tendrían una esposa, hijos, hijas? ¿Se creerían normales? ¿Estará alguno de ello leyendo esto, no se les caerá la cara de vergüenza?

En mi caso personal tuve que soportar (como Rosa Montero cuando era jovencita, ahora quien se va animar, tiene que estar muy desesperado jajaja!, hay que poner un poco de humor a un tema desgraciado no?), ese tipo de abuso, por ejemplo no quería ir a la pileta porque debajo del agua me tocaban los nadadores al pasar (mi vagina) , o el otro día mi hija viajando en subte un tipo la empezó a tomar por la cintura y empujarla para bajar, ella le decía que te pasa dejame, pero la gente no reaccionaba, quizás pensaba que era una parejita peleando, por suerte un jóven si dió cuenta y la saludó como si la conociera, entonces el degenerado la soltó y bajo solo del subte.

Me encantó esta suerte de denuncia hacia ciertos hombres de esta notable escritora española, y lo quise compartir con las blogueras, para que comenten (si quieren, si les parece) que tipo de experiencia han tenido al respecto, si se animaron a dejar al descubierto al abusón y si en ese caso alguien salió en su defensa.

sábado, 11 de septiembre de 2010

En el día del maestro...

Hoy se festeja en Argentina el día del maestro. Es un día que despierta recuerdos de la infancia, de ese tiempo pasado en la escuela, del miedo del primer día de clase, de la expectativa de la maestra que nos tocaba, los comentarios de los que ya la habían tenido, que es buena, que es mala, que es muy exigente.
Pero hoy no quiero hablar de las maestras que yo tuve, sino de una muy especial que un día quiso dejar la vida, se arrojó a las vías del tren de la estación de mi ciudad.
Dicen que estaba muy deprimida, que ya había amenazado con matarse, que la familia no se ocupó lo suficiente, dicen y dicen tantas cosas.
Yo de haber sabido, hubiera querido decirle cuanto la querían todos sus alumnos, como había incentivado en sus chicos, como ella los llamaba, el amor por la lectura, con cuanta claridad enseñaba. Que aún estando jubilada seguia enseñando en su casa, y leyendo historias y cuentos en diferentes escuelas y bibliotecas barriales donde era invitada.
Le hubiera dicho "decime que necesitas vos que siempre con tu madre Reina, también docente, sacaban plata de su bolsillo y compraban zapatillas y útiles para los chicos más pobres".
Le hubiera dicho "necesitas un hombro para llorar, vos que siempre abrazabas a tus alumnos cuando estaban tristes, cuando venian de sus casas mal porque no tenían contención y llorabas con ellos e ibas a sus casas para hablar con los padres".
Le hubiera dicho "veni que te explico que la vida es un don, no te la quites, como vos te esforzabas en explicarle a los chicos y te desesperabas cuando no te entendían y si los retabas aquéllos con problemas de conducta, sabedora que detrás de esa actitud había una historia díficil, lo abrazabas y lo acariabas como una mamá, tratando de que te comprenda y que te escuche".

Y pienso que habrá pasado por su cabeza, que valor tuvo que tener para arrojarse al paso del tren, que pena Graciela que pena que todo el cariño que supiste conseguir no pudo contener tu tristeza, tu dolor, tu falta de ganas de vivir.